Escribía Simónides de Ceos que "la pintura es poesía muda y que la poesía es pintura que habla". Sin embargo, pasados tantos siglos, hemos descubierto que el acto de pintar es mucho más que un acto mudo y que la poesía es mucho más que una pintura. Y esta muestra nos vuelve a recordar el estatus de extraña hermandad que durante siglos emparentó el arte y la literatura. Ahora bien, hoy esa hermandad ya no puede ser una simple recurrencia ilustrativa del texto; ya no se trata de pintar libros sino de apropiárselos, y esto late con fuerza en estos "compañeros de viaje".
Escribir como hacer imágenes. O bien, hacer de la imagen acto de escritura. De eso trata este "Compañeros de viaje". Tal y como escribía Gilles Deleuze toda imagen es un lenguaje extranjero; un lenguaje dentro del cual tratamos de balbucear palabras, darles forma. Toda imagen es un juego donde el proceso de construcción se identi!ca con el proceso de recepción. O mejor, tal vez una imagen sea un juego de mesa del que perdimos las instrucciones hace tiempo, y, a pesar de ello, con esta pérdida, pudimos descubrir -desde las cavernas, desde los griegos, desde Rembrandt, desde Picasso, desde quien sea- el encanto del mirar y del volver a construir.